No hay fuga. No hay confusión. Nada está permitido porque nada hay que remediar. Tocamos el clímax de un progreso incontestable. Felicidad absoluta. La sociedad capitalista alcanza su dosis más conseguidas de adoctrinamiento. Dominio de las mentes y dominio de la realidad. Solo nos queda la sostenibilidad: medir, calcular, contrastar. Solo nos queda el control: medir, calcular, contrarrestar. Sostenerse en la ínfima certeza que representa la incertidumbre. Pienso, luego colapso…
Este libro es el presentimiento del final de una era. Edad, época, generación que se mira directamente a los ojos, plegada sobre sí misma a punto de implosionar. Todo lo hecho queda por hacer: ironías de un destino irónico. ¿Vendrán tiempos mejores? O mejor: ¿vendremos? Entretanto, el Pasajero le invita a mirar de frente a este intervalo, a tomar conciencia, a disfrutar del espectáculo. Siéntese un momento a leer. Siéntese un instante a pensar. Siéntese, siéntase y espere. Lo que aguarda es la inevitabilidad del colapso.